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Los avances científicos y tecnológicos han ayudado a que reponer las piezas dentales sea cada vez más factible.
La implantología, rama de la Odontología dedicada a la realización de tratamientos con implantes dentales, ha ido adquiriendo cada vez mayor importancia a la hora de reemplazar los dientes perdidos por el paciente.
Los avances científicos y tecnológicos han ayudado a que reponer las piezas dentales sea cada vez más factible e indicado a través de este método. Su ya habitual utilización en el gabinete dental precisa de un mayor conocimiento por parte de los pacientes sobre esta técnica quirúrgica. Por ello, el Colegio de Odontólogos y Estomatólogos de Alicante (COEA) y el Consejo General de Colegios de Dentistas de España ofrecen respuestas a las principales preguntas que suelen surgir.
Los implantes dentales son productos sanitarios, de composición metálica o cerámica, diseñados para ubicarse quirúrgicamente en los huesos maxilares o de la mandíbula, debajo de las encías, para sustituir la raíz de un diente perdido. Una vez colocados en el lugar, el dentista puede colocar sobre ellos las coronas o puentes fijos que reemplazarán a las piezas dentales perdidas.
En la actualidad, los dos materiales más usados para la fabricación de implantes dentales son el titanio (material metálico parecido al acero, extremadamente duro) y el circonio (material cerámico, de color blanco y muy resistente).
Ambos implantes son biocompatibles y la elección de uno u otro corresponde siempre al dentista, que evaluará los diferentes factores que hacen más recomendable un material que otro. Por ejemplo, el odontólogo o estomatólogo analizará el lugar en el que va a colocar el implante.
Antes de colocar un implante, el dentista realizará una evaluación del hueso donde tiene que ir. El profesional sanitario analizará varios parámetros e iniciará, si es recomendable, el tratamiento, compuesto principalmente por cuatro fases:
¿Cómo se componen los implantes?
En primer lugar, el dentista realizará la inserción del implante en el hueso, concretamente en el hueco que ha dejado el diente perdido. A continuación, el profesional recomendará al paciente la espera de un periodo variable de tiempo para que se produzca la osteointegración o, lo que es lo mismo, la unión del implante al hueso.
La tercera fase del proceso comienza una vez el implante se ha integrado completamente al hueso, algo que siempre debe decidir el dentista. Entonces, se pone un pilar para después insertar en él la corona o parte visible del diente. Su colocación final es precisamente el último paso a dar para finalizar el proceso de sustitución de la pieza dental.
El hueso se adhiere al implante, proporcionando un soporte estable para los dientes artificiales. Las prótesis y los puentes colocados sobre los implantes no se deslizan ni se mueven en la boca, lo cual es una ventaja especialmente importante para la masticación y el habla. Esta adaptación ayuda a que las prótesis y los puentes (así como las coronas individuales colocadas sobre los implantes) se sientan más naturales que los convencionales.
Para recibir implantes, es necesario tener encías sanas y hueso adecuado que soporte el implante. El paciente además debe asumir el compromiso de mantener sanas estas estructuras. La higiene bucal meticulosa y las visitas regulares al dentista son esenciales para que los implantes dentales sean exitosos a largo plazo.
Por lo general, un implante suele durar entre 10 y 20 años. Siempre dependerá de su ubicación y de la conducta del paciente respecto a la higiene bucal y a las visitas odontológicas. Debido a que los molares reciben más tensión y sufren mayor desgaste, generalmente no duran tanto como los ubicados en la parte anterior.
Dependerá del número de implantes, su longitud, su grosor, el tipo de hueso en el que estén, los hábitos de la persona que los lleve (masticación, higiene, tabaco…). Es decir, nunca existe una garantía de por vida o de un tiempo concreto, recuerdan desde el COEA.
Los implantes, al igual que los dientes naturales, pueden fracasar. Y suelen hacerlo por los mismos motivos que lo hacen las piezas propias, como son una inadecuada higiene bucodental, el hábito tabáquico y la falta de revisiones periódicas. Estos factores ponen en peligro la supervivencia de los implantes, pero también determinadas patologías como la diabetes no controlada o la periimplantitis, principal causa de fracaso de esta técnica y que suele estar provocada por los motivos antes citados con el tabaco o la higiene deficiente. Esta patología es el equivalente a la periodontitis en el diente natural y consiste en una pérdida del hueso que rodea al implante.
Si tienes alguna duda más sobre esta técnica de tratamiento o cualquier otra puedes consultar la página web del COEA donde se contestan las preguntas frecuentes que suelen tener los pacientes.
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